
Calvià, jueves 21 de agosto de 2025
Lascivia inclusiva
Con Álvaro Lafuente ‘Guitarricadelafuente’ (voz, guitarra española y eléctrica), Belén Vidal (bajo), Toni Llull (batería), Pablo Serrano (teclado) y Pau Vehí (guitarra).
Por Víctor M. Conejo
Marina Rueda (ver galería)
Hedonismo, exuberancia y hasta lascivia para todos los públicos (absolutamente todos) en un directo que ojalá fuese mínimo común denominador a seguir en este país, pero va a ser que de momento no. Álvaro Lafuente Calvo (Benicàssim, 1997), Guitarricadelafuente, vino a presentar su segundo disco «Spanish Leather» (Sony, mayo de 2025), con un directo evolucionado en dichas orientaciones respecto a anteriores visitas. Con una puesta en escena que por trabajada, atractiva y accesible podría ser un modelo a seguir.
4.000 asistentes colmaron una vez más el recinto de Es Jardí, con mayoría palmaria de féminas y, por entendernos, mayoría evidente de taburetes. Por entendernos aún más y mejor, de borjamaris y pilucas. Primera diferencia respecto a la gira del primer álbum: puesta en escena manierista, de gasas y tules sobre micros e instrumentos, con estructuras doradas de espejo acotando toda la escena. Sale la banda y lo retiran todo con parsimonia y ademanes ceremoniosos. Breve salto adelante en la velada: delante de mí, sobre los hombros de un adulto, un niño de unos 5-6 años que se sabe las letras de pe a pa. ¿El signo de los tiempos o de los mercados? ¿Cuál va antes? En este país es evidente.
El concierto vino servido por la ya conocida voz versátil del intérprete, desde el canon folk-pop hasta las tesituras agudísimas, casi operísticas. Salió hiperdinámico, pidiendo jaleo con gestos amplios al público desde el segundo 1. Insistiendo en la empatía y la cercanía, habló de conexión especial porque la actuación era el cierre de gira antes del último concierto en octubre en Madrid. Las alcanzó indudablemente cuando recordó que el disco se cierra con la canción «Tramuntana», y sobre todo cuando presentó al batería manacorí (“qué ganas tenía de este momento”).
¡Atención! que sacan un potro de gimnasia al escenario y se roza con él lascivamente, simulando cabalgar. ¿Rompedor? Para según quien. Para otras ópticas, tanto como la irrisoria portada del sencillo “Full Time Papi” enseñando minicachito de buzón. Más de lo mismo cuando escenifica eyaculación mediante botella de agua y de champán.
Pero ahí está el quid: el canon de la sensibilidad de Guitarricadelafuente no es de los que nació ya caduco (de Sanz a triunfitos), ni radicalmente hipermoderno, pero consigue cautivar y más: es (o debería ser) modélico. Es ambicioso, ciertamente cosmopolita, no arrebatador pero suficientemente autoral. Aunque, curiosamente dados sus inicios, cuando se va al intimismo en solitario a la guitarra o piano, es cuando más se ablanda y resulta menos interesante.
A pesar de las letras mayormente con pretensiones pero obvionas, le mete buena liturgia en directo. En sus canciones con más arreglos y más banda, hay modelo anglosajón y no prototípico cañí nacional, y aunque se agradecería mayor, digamos, riesgo, ante la pregunta “¿hace falta Guitarricadelafuente?”, hay respuesta y sentencia: hace. Además, punto plus, para cerrar y como declaración de intenciones, sonó Dylan.
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